Por Iván Marín
En este artículo analizamos la complicidad de los medios de comunicación en los distintos casos de impunidad policial en Trelew y toda la provincia. Para ello tomamos la cobertura que realizaron de la primera jornada del juicio por al crimen de Julián Antillanca.
La primera audiencia del segundo juicio por elcrimen de Julián Antillanca en manos de la policía chubutense no empezó de la manera esperada por los
familiares, abogados y organizaciones que luchan contra la impunidad de este
caso. La defensa de los acusados logró un primer triunfo táctico al hacer que
los jueces se tomen tres días para resolver el pedido de nulidad del juicio.
Como no podía ser de otra manera, los principales medios de comunicación de la
zona salieron a cubrir esta primera jornada posicionándose indisimuladamente en
uno de los bandos contrincantes: el de la policía y el Estado provincial, es
decir, en el bando de la impunidad.
Diario Jornada lo hizo en una extensa nota que se caracteriza por reducir la
cuestión al plano jurídico, es decir a lo que pasó estrictamente en la
audiencia, escindiendo casi por completo el problema político de fondo. Si bien
hay un recuadro en la edición en papel donde se menciona declaraciones de la
abogada Verónica Heredia denunciando la impunidad en este y otros casos, la
impresión que queda a simple vista para cualquier lector es que es una causa
judicial más, con algunos detalles que le pueden dar cierta peculiaridad, como
el hecho de que el Superior Tribunal de Justicia dispusiera la realización de
un nuevo juicio.
Para el caso de la cobertura de diario ElChubut, la cosa
toma ribetes canallescos: la misma se basa exclusivamente en la opinión del
abogado de la defensa Fabián Gabalachis. Es decir, para este medio poco importó
el sufrimiento de una familia que viene luchando hace cincos años por
esclarecer el asesinato de su hijo y que la causa no quede impune. En toda la
nota no hay una sola referencia al posicionamiento de la querella o
declaraciones de los familiares.
En ambos
casos el deshilachado ropaje de la supuesta neutralidad periodística lo que
esconde en realidad es una parcialidad más o menos velada según el caso. Esta
supuesta objetividad está muy lejos de aquello que ya Aristóteles definía como
concepto de “verdad” varios siglos antes de Cristo: decir de lo que es, es; y
decir de lo que no es, no es. Neutralidad y objetividad no solo no se
corresponden en el periodismo, sino que tampoco se complementan: la toma de
posición es un requisito harto necesario frente a las injusticias de este
mundo.
Desde ya,
no hace falta leer a Aristóteles para inferir que el compromiso con la verdad
es el primer requisito que debe tener todo periodista, como tampoco hace falta
leer a Karl Marx para saber que lo que prima en los medios de comunicación no
es el tan trillado chamuyo de la libertad de prensa, sino por el contrario: la
libertad de empresa. Todo trabajador de prensa tiene que nadar en este difícil
océano donde las profundas aguas de los intereses de clase de las empresas, el
Estado capitalista y los distintos gobiernos de turno hacen que su compromiso
con la verdad se asemeje al nado a contracorriente del salmón.
Así
llegamos a que las empresas de comunicación estén tan interesadas como el
Estado en sostener ciertas instituciones fundamentales que son las encargadas
de velar por sus intereses. El aparato represivo es quizá uno de los más
importantes. De ahí la existencia en la prensa burguesa de esa sección
apologética del mismo que no puede faltar en ningún medio de comunicación de
dicha clase: los policiales, que no son otra cosa que la voz de la policía en
los diarios y demás servicios informativos. El “ratiperiodismo” es el encargado
de ensalzar la función de estas fuerzas día a día en los distintos operativos,
es también el encargado de encubrir todos sus lazos descompuestos con el crimen
organizado, como la trata de personas, el narcotráfico o los desarmaderos de
autos, por citar algunos. Poco puede sorprender entonces que sean ellos los
portavoces fundamentales ante la sociedad de la exigencia de mano dura ante lo
que suelen denominar el “flagelo de la inseguridad”. Nos quieren hacer creen de
la necesidad de los policías no para cuidar sus intereses, sino para cuidarnos
a todos.
Por ello,
más allá de los imprescindibles Gabalachis que precisan estas fuerzas
represivas cuando son juzgadas por su accionar contra el pueblo, sus
principales defensores quizás sean los propios medios de comunicación. Y allí,
a pesar de toda la parafernalia de tinta gastada en discursitos sobre la
objetividad que los distintos medios dicen defender, lo que prima es
exactamente lo contrario. Citando al ya citado Marx, podemos decir que: “El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir
una verdad objetiva, no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es
en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la
realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento (…)” Y es en la práctica
donde estos medios de comunicación con sus “ratiperiodistas” demuestran los
intereses que defienden.
La impunidad con que se manejan
las fuerzas policiales en nuestra provincia es conocida nacional e
internacionalmente: al crimen de Julián Antillanca, se le suman violaciones y
torturas recurrentes en la mayoría de las comisarías, desapariciones de
personas como Iván Torres, caso por el cual el Estado argentino fue condenado
por la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Los crímenes lamentablemente
se apilan de a montones. Sin embargo, el pueblo con la movilización ha dado
sobrada muestra que no dejará pasar los casos sin luchar, a pesar de que el
Estado, los gobiernos de turnos, los distintos partidos políticos patronales y
las empresas de comunicación se empeñen de estar del lado de la impunidad. Solo
la presión popular puede lograr combatir estas injusticias. El jueves a la
mañana tenemos una cita a la que no podemos faltar para acompañar a la familiar
de Julián Antillanca. Volveremos a estar ahí.
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