miércoles, 2 de enero de 2013

Demandas democráticas, justicia de clase y la tarea de los revolucionarios

Pensaba en estos días acerca de los límites del propio régimen burgués para dar respuestas a demandas democráticas, que por su propia condición (la de “democrática”), son sentidas por una amplia mayoría del pueblo, ya que redundan en un beneficio para el mismo. No me refiero en este caso en particular a aquellas de índole estructural más profundas, como podría ser la independencia política y económica respecto de las economías imperialistas o una verdadera reforma agraria. Estas tienen la particularidad de aparecer más “abstractas” quizá al conjunto de los mortales aun de nuestro país. Ya volveremos sobre ellas. Pero quisiera detenerme en dos o tres ejemplos particulares de demandas democráticas sentidas para la población y que despertaron, despiertan o despertarán movilizaciones, discusiones y distintas experiencias de luchas. Tomaré los casos de las luchas contra la megaminería y otros dos que refieren o donde está involucrada, entre otros, la justicia burguesa: la trata de personas, a partir del bochornoso fallo en el caso de Marita Verón y uno sobre violencia represiva del estado en nuestra provincia, como es el de Julián Antillanca. Desde ya, estos casos no han tenido el mismo nivel de impacto a nivel nacional, pero justamente la idea es abordarlos porque más allá de esa y otras diferencias entre sí, podemos desprender conclusiones similares sobre la resolución de los mismos.

Sabemos que la lucha contra la megaminería es muy sentida en un sector importante de la población del país. En varias provincias ha suscitado grandes acciones de masas. Lamentablemente en otras ha logrado imponerse por una combinación de gobiernos con sus partidos políticos patronales, medios de comunicación, burocracias sindicales, aparato represivo del estado, jueces y demases, a favor de las multinacionales. En Chubut esta lucha dio un triunfo histórico allá por el 2003 con el “No a la Mina” en Esquel. Sin embargo, los años no pasaron en vano para algunos, y las clases dominantes desde entonces han ido preparando el terreno para volver a avanzar sobre el tema. En este sentido, los 8 años de gobierno de Mario Das Neves jugaron un rol crucial, sobre todo con sus políticas en la meseta central, principal territorio en disputa contra las megamineras. Allí se encargó de colocar funcionarios pro mineros y de acordar junto a las multinacionales para llevar “expertos” (es decir, esa clase cipaya de profesionales salidos de universidades estatales como privadas que juegan en contra de los intereses del pueblo) para generar la sensación entre los pobladores de la región que la única salida para sus penurias son estos emprendimientos.

El gobierno del ex dasnevista y ahora “neoK” ortodoxo Martín Buzzi se la emprendió con todo desde su inicio para reactivar públicamente la cuestión de la megaminería. Lo primero que hizo fue redactar un marco regulatorio, donde además de la megaminería estaría incluido, entre otras, la cuestión hidrocarburífera. Tuvo que retroceder en este aspecto y desdoblar el marco regulatorio, para impulsar la discusión y promulgación de la ley que refiere solamente a la parte de hidrocarburos que, dicho sea de paso, no será sino el ropaje para seguir con la entrega de nuestros recursos naturales a la multinacionales, como ya sucedió con la renegociación de los contratos petroleros con Pan American Energy en 2007. Este retroceso táctico del gobierno se debió a la respuesta de masas frente al ataque sufrido por asambleistas que se manifestaban contra la megaminería de parte de la burocracia sindical que dirige la Uocra, que amenazaba con generar una nueva crisis política. Pero, además, influye la interna del PJ y las elecciones nacionales del año que viene. Una primera lectura parecería indicar que el tema quedará en “stand by” hasta que se realicen los comicios. De aquí en más la cuestión pasa por seguir organizándose desde abajo contra estos emprendimientos patronales, expoliadores y ultra contaminantes. Sin embargo, el motivo de estas líneas no es relatar lo que más o menos se sabe, sino marcar ciertos límites de estas legítimas y sentidas luchas populares. En este caso en particular de la megaminería se hacer harto obvio el mismo: lograr un triunfo en esta batalla, por importante que sea, no deja de ser relativo en lo que hace a su fin último, es decir, que no haya megaminería en la provincia. ¿Por qué decimos esto? Por la sencilla razón de que la propia experiencia histórica demuestra que los triunfos de luchas populares que se plasman en leyes de un estado burgués así como se promulgan se pueden derogar, dependiendo de las condiciones económicas, políticas, del estado de ánimo de las masas y otros aspectos. El actual caso de la ley 5001, que prohíbe la extracción de la megaminería a cielo abierto en la provincia, y que fue producto de la lucha del 2003, no hace más que confirmar lo que acá decimos.
Podríamos afirmar que esta lucha cuya demanda democrática es sentida por un amplio sector de masas es en sí misma anticapitalista, ya que pone en cuestión una de las tantas formas en que el capital multinacional y/o imperialista ejerce su dominio sobre nuestro país. Es allí, justo allí, donde podemos sacar una segunda conclusión al respecto: la imposibilidad de cualquier régimen burgués para lograr independencia política y económica del imperialismo. Obviamente, acá ya estaríamos hablando de una demanda democrática de índole más estructural y para cuya resolución, como lo demuestra la experiencia histórica, es necesario una revolución tal que se proponga resolver el punto, pero que no se detenga en el mismo sino que, por su propia dinámica, para poder conservar el triunfo “táctico” avance estratégicamente de manera permanente sobre la propiedad privada e instaure un gobierno obrero y popular, que sea el primer eslabón de una perspectiva a nivel continental (Federación de Repúblicas Socialistas en toda Latinoamérica) y mundial de la revolución socialista.

El reciente fallo de la justicia tucumana dejando libre a todos los acusados del secuestro y desaparición de Marita Verón es otro caso en donde una demanda democrática expone hasta el final los límites de los gobiernos y regímenes burgueses para darles respuesta. Es que para que la trata de personas suceda se tiene que dar una combinación de factores mafiosos inherentes al propio régimen burgués: funcionarios corruptos, jueces cómplices, instituciones policiales, entre otros. Es decir, la maquinaria estatal lo tiene no sólo que posibilitar, sino, y lo que es más importante, impulsar. De ahí la responsabilidad tanto del gobierno nacional, los provinciales y municipales. Sin dudas, un fallo ejemplar en este caso, condenando a los acusados (que, hay que decirlo, no estaban siendo juzgados todos los responsables) hubiese sido un aliciente a la lucha de cientos de organizaciones de mujeres, derechos humanos y partidos de izquierda y, en particular, de la propia e incansable Susana Trimarco. Un fallo condenatorio hubiese, obviamente, hecho más visible lo que dijimos anteriormente: que los gobiernos con sus jueces y policías están metidos hasta el tuétano en la trata de personas.

Sin embargo, aun con un fallo favorable, y con todo lo que ello significa en la visibilización de la trata de personas, el mismo tiene sus límites. Sí, es que esta sociedad patriarcal donde la explotación sexual de las mujeres está naturalizada (sin desconocer que también la comunidad LGTB lo sufre) no dejará de ejercer sus prácticas opresivas institucionalizadas a fuerza de fallos judiciales o cambios legislativos, por importantes que ellos sean. Es que, como dijimos en el caso de la megaminería, todo avance que se pueda dar con una lucha en el marco de un régimen burgués, puede ser barrido en un futuro por distintas coyunturas. Retrocesos de este tipo la historia reciente de la humanidad ha presentado en no pocas ocasiones. Nuevamente, de lo que se trata es de darle contenido de clase a las demandas democráticas con el objetivo de llegar a la raíz del problema y subvertirlo definitivamente. Ello, obviamente, no se podrá dar en los estrechos márgenes de una sociedad burguesa, caracterizada no solamente por la explotación del hombre por el hombre, sino por la proyección exponencial de opresiones que le antecedieron: tal es el caso de la xenofobia, la homofobia y el patriarcado, por citar algunas. Todas estas formas de opresión, que no nacieron con el capitalismo, se desarrollaron necesariamente con el mismo ya que este las necesita para agregar más diques en la consciencia de las masas para su emancipación. Un primer paso en este sentido, a la vez que luchamos contra toda manifestación de opresión en el capitalismo, es organizarse para terminar con el mismo y construir una sociedad sin explotados ni explotadores, condición necesaria, pero no suficiente, para barrer con cualquier tipo de opresión.

Otro de los ejemplos que decidimos tomar es el impresentable fallo en el caso de Julián Antillanca, en donde dejaron libres a todos los policías acusados de su asesinato. Este caso, lo sabemos, sensibilizó y movilizó a un sector importante de Trelew y de la provincia en general. César, su padre, se convirtió en un referente de la lucha contra la represión policial e institucional. Al respecto ya hemos escrito varios artículos cubriendo distintas etapas de esta lucha, por lo que no nos detendremos en detalles de la misma. Vayamos al hueso, es decir, sus conclusiones: el escandaloso fallo se dio en el marco de una avanzada del gobierno, la oposición patronal, los medios de comunicación y la propia policía provincial, que semanas antes se había visto sumamente desprestigiada en la provincia a raíz de la violación a un pibe de 16 años en una comisaría de Trelew. Ello fue la gota que rebalsó un vaso de historial harto extenso de persecuciones, asesinatos, desapariciones, espionajes, represiones a los sectores populares por parte del aparato represivo provincial. Un fallo favorable hubiese sentado un precedente importantísimo para las masas movilizadas y debilitado aun más al frágil gobierno de Martín Buzzi y su desprestigiada policía provincial. Sin embargo, otra vez, los límites de la justicia burguesa se muestran insoportables cuando las propias estadísticas nos dan un cachetazo de realidad mostrándonos que en nuestro país las fuerzas represivas del estado asesinan una persona cada 28 horas. Se desprende sin demasiado esfuerzo que el asesinato, la represión, el espionaje es una función inherente a todo aparato represivo de un estado dirigido por una minoría social contra la inmensa mayoría de la población, como ocurre en todas las sociedades capitalistas. De ahí la archiconocida y certera frase respecto al aparato represivo del estado “no es un policía, es toda la institución”.

El aparato represivo del estado no se puede democratizar ya que su composición jerárquica y su función de guardián de la propiedad privada lo hace necesariamente una fuerza de choque legal contra las masas del pueblo. Además es parte necesaria de las mafias más reaccionarias que existen: narcotráfico, trata de personas, tráfico de armas, desarmaderos de autos, por citar tan solo algunos. Por ello, los revolucionarios nunca apoyamos, en momentos de relativa normalidad del régimen burgués, reclamos sindicales de este sector, ya que los mismos, sean cuales fuesen, no hacen más que reforzar su función como aparato represivo del estado. En todo caso nuestros apoyos a reclamos del escalafón más bajo de estos sectores lo hacemos en períodos convulsionados de la situación económica, social y política, en donde la agudización de la lucha de clases cobra tal fuerza que pone en cuestión al régimen burgués en su conjunto, es decir, en procesos revolucionarios. Ahí tener esta política nos sirve para dividir al aparato represivo del estado (en particular la política es hacia el ejército con conscriptos, ya que su composición es con obreros y campesinos, distinto es el caso de las fuerzas policiales, que son profesionalizadas y adiestradas con otros fines que hacen mucho más difícil, aunque no imposible, su división incluso en estos períodos excepcionales) y, por ende, debilitarlo y facilitar la toma del poder por las masas de trabajadores y el pueblo pobre en su conjunto.

En los últimos días hemos visto otro de los límites de este sistema de explotación: la falta de respuestas a demandas mínimas insatisfechas de los sectores más empobrecidos de la sociedad. Los saqueos que se produjeron en varias ciudades del país son una expresión exasperante de las mismas. No nos detendremos en este punto, que ya lo hicieron otros compañeros y muy bien. Recomendamos las siguientes lecturas al respecto: http://apuntesdefrontera.blogspot.com.ar/2012/12/apuntes-sobre-la-crisis-social-y-los.html, http://losgalosdeasterix.blogspot.com.ar/2012/12/navidad-2012-unas-lineas-al-correr-de.html, http://puntoddesequilibrio.blogspot.com.ar/2012/12/los-saqueos-o-como-el-ajuste-heterodoxo.html y http://latroskarosario.wordpress.com/2012/12/22/saqueo-a-las-expectativas-la-emergencia-de-otro-gran-problema-estructural/, entre otros.

En definitiva, estos cuatro ejemplos tomados de la coyuntura de las últimas semanas en el caso de los saqueos, el fallo de Marita Verón y la megaminería, y el de Julián Antillanca, que si bien la sentencia de la justicia fue en marzo, aun sigue siendo una causa de movilización en nuestra provincia, muestran lo que planteamos al comienzo del artículo: los límites del propio régimen burgués para resolver ciertas demandas democráticas. Esto se hace más patente en países con dependencia política y económica de las grandes potencias imperialistas, como es el caso de nuestro país. A la vez, muestran que dichas demandas están imbricadas hasta el caracú con cuestiones más estructurales, es decir de fondo, propias de un sistema irracional como es el capitalismo, que necesita e impulsa para su sostenimiento, entre otras cosas, la degradación del medio ambiente, la explotación sexual de las personas, en especial de las mujeres y la represión a las masas populares.

Como dijimos a lo largo de estas líneas, para dar respuestas a estas demandas, mientras luchamos por ampliar los derechos democráticos en la actualidad, debemos proponernos una militancia que apunte a un cambio de raíz, que barra con todo tipo de explotación y opresión. Para ello es fundamental estar organizados en una fuerza política con un programa claro para que cuando lleguen esos momentos convulsivos participe dando una salida a las masas para que las crisis la paguen los explotadores y opresores. Para los marxistas el sujeto social que conduzca dicho proceso es la clase obrera por su función clave en el proceso de producción capitalista y ser la única capaz de poder levantar un programa capaz de hegemonizar y hacer suyas las demandas más sentidas del pueblo. Pero para que ello sea posible hace falta además un sujeto político, es decir, un partido revolucionario que le dé contenido consciente y de independencia de clase a dicho programa. En este sentido Lenin, en su “¿Qué hacer?” nos dice: “La consciencia de la clase obrera no puede ser una consciencia verdaderamente política, si los obreros no están acostumbrados a hacerse eco de todos los casos de arbitrariedad y opresión, de violencias y abusos de toda especie, cualesquiera sean las clases afectadas; a hacerse eco, además, precisamente desde el punto de vista de la socialdemocracia, y no desde ningún otro.”

Lo que Lenin llama “punto de vista socialdemócrata” es, para la época, desde el punto de vista de los marxistas revolucionarios. Es en este sentido citado más arriba que los revolucionarios tenemos no sólo el deber sino la obligación de intervenir en cada lucha por demandas democráticas, pero siempre sin perder la perspectiva susodicha. Ya que, volviendo al texto citado, “debemos exponer y subrayar nuestros objetivos generales ante todo el pueblo, sin ocultar ni por un instante nuestras convicciones socialistas. No es socialdemócrata el que olvida en la práctica que su deber consiste en ser el primero en plantear, en acentuar y en resolver toda cuestión democrática general”. Es desde ese lugar que somos parte de la lucha contra la megaminería, la trata de personas, la represión estatal y cualquier tipo de opresión. No hacerlo sería un crimen político. Sería algo así como dejar que la propia sinergia de la lucha en cuestión siga su cause normal, que se llegue a un triunfo o derrota de la misma sin tratar influenciar a un sector para que se sume a la militancia revolucionaria, es decir, no concientizar el pueblo en lucha de la necesidad de ir al meollo de la cuestión: el sistema capitalista en su conjunto. Nuevamente en el “¿Qué hacer?” Lenin nos dice: “¡Una “vanguardia” que teme que lo consciente prevalezca sobre lo espontáneo, que teme propugnar un “plan” audaz que tenga que ser aceptado incluso por aquellos que piensan de otro modo! ¿No será que confunden el término vanguardia con el término retaguardia?” Obviamente cuando hace referencia a que sea “aceptado incluso por aquellos que piensan de otro modo” implica dar la lucha política para imponerlo mediante el debate democrático y fraternal.

La necesaria confluencia del movimiento obrero, el movimiento estudiantil combativo y la intelectualidad marxista en un partido vanguardia que lleve adelante lo anteriormente planteado no caerá desde el cielo ni se podrá construir con agitación “desde afuera” de estos sectores. Por el contrario, es organizándose y militando en el interior de los mismos cómo se debe construir esa fuerza política. En esas luchas inclusive es donde estamos obligados a hacer carne en pequeña escala el programa de los revolucionarios. Un ejemplo muy conocido es el de Zanon, la cerámica de Neuquén, donde primero se barrió con la burocracia, luego se expropia a la patronal y se la puso bajo gestión obrera. Desde allí se demostró que los trabajadores no necesitamos de patrones para producir y que las normas de salud y ambientales son exponencialmente mucho más racionales cuando se las discute y debate democráticamente por los propios trabajadores. Desde Zanon también se apoyó con el cuerpo todo reclamo democrático no sólo de Neuquén, sino a lo largo y ancho del país e incluso a nivel internacional. Imaginemos lo que podría pasar con cientos de Zanon. El PTS, como fuerza política fundamental de ese proceso, apunta a construirse en el movimiento obrero en este sentido. Lo venimos viendo en procesos como las luchas de Kraft-Terrabusi, el subte, los tercerizados del ex ferrocarril Roca, por citar tan solo algunos ejemplos. Sabemos que no somos el partido revolucionario, pero en el camino transicional hacia construir el mismo es que planteamos la consigna de: “Por sindicatos sin burócratas; por un partido de trabajadores sin patrones; que la crisis la paguen los explotadores”. Obviamente, el programa de ese partido, también debe levantar las demandas de los sectores más oprimidos, como ya dijimos a lo largo de estas líneas

El Ruido
23/12/2012

martes, 1 de enero de 2013

¿CABEZAS DE TORTUGA A CONTRAPELO DE LA HISTORIA? La Masacre de Trelew y una cobertura bastante particular de su juicio. Benjamin, Historia, Derechos Humanos y ratis

Todos sabemos que los amigos de verdad
nunca te mandarán preso y nunca lo harán.
Lo único que rescato después de tanto sufrir
que solo una cosa no voy a elegir:
Nunca seré policía, de provincia ni de capital
Nunca seré policía, de provincia ni de capital”.
(“Nunca seré policía”, de Flema)

El sujeto del conocimiento histórico es la clase oprimida, cuando combate. En Marx aparece como la última clase esclavizada, como la clase vengadora, que lleva a su fin la obra de liberación en nombre de tantas generaciones de vencidos. Esta consciencia, que por corto tiempo volvió a tener vigencia con el movimiento ‘Spartacus’, ha sido siempre desagradable para la socialdemocracia. En el curso de treinta años ha logrado borrar casi por completo el nombre de un Blanqui, cuyo timbre metálico hizo temblar al siglo pasado. Se ha contentado con asignar a la clase trabajadora el papel de redentora de las generaciones futuras, cortando así el nervio de su mejor fuerza. En esta escuela, la clase desaprendió lo mismo el odio que la voluntad de sacrificio. Pues ambos se nutren de la imagen de los antepasados esclavizados y no del ideal de los descendientes liberados.”
(Walter Benjamin)

Las tortugas, esos animalitos parsimoniosos, vetustos, inexpresivos, ellas nadan o caminan al son de su propio ritmo. Nada les altera. Las contingencias de la realidad no modifican su andar. Poco importa el escollo o el peligro, ellas llevan su tranco hasta el final, sin importar sus consecuencias. No porque fuesen fundamentalistas de su andar. No. Su existencia está determinada por particularidades que imposibilitan o al menos reducen ciertos márgenes de maniobras. Así y todo se las arreglan para vivir hasta la longevidad. Estos animalitos suelen ser usados como mascota por personas ansiosas de tener a su lado una compañía con las características ya señaladas. Pero ojo, a no subestimarlas: no son pocos los casos en que se escabullan con oficio y escapan de sus detentores. En realidad más por mérito ajeno que propio. La distracción, la confusión política, como la falta de principios, suelen ser características muy comunes en la especie humana, incluso en la llamada academia.

En este sentido, debemos decir que vemos con estupefacta preocupación un hecho cuanto mínimo llamativo y, más en general, de una confusión política tan abrumante que raya los principios básicos que debe tener todo historiador crítico, militante de derechos humanos y, en particular, cualquiera que se precie de militar para la revolución. Ampliemos. Como se sabe, desde el pasado 7 de mayo se está llevando a cabo en la ciudad de Rawson el Juicio por la Masacre de Trelew, en donde fueron asesinados 16 presos políticos de Montoneros, PRT-ERP y FAR. Otros 3 militantes sobrevivieron pero fueron ultimados en la última dictadura militar. En vista a cubrir el juicio se creó un blog titulado “Diario del Juicio (La Masacre de Trelew, 40 años después)”. La página es la siguiente http://veintidosdeagosto.blogspot.com.ar/. La misma, si mi memoria no me engaña, apareció impulsada por el Departamento de Historia de la UNPSJB, aunque al poco tiempo se dice desde el propio sitio que “es un proyecto de comunicaciones y difusión del Observatorio de Derechos Humanos de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco”. En dicho espacio participan en general estudiantes, graduados, licenciados y doctores, todos ellos vinculados a la Historia como disciplina. Hasta ahí ningún problema. Por el contrario, todo parecería indicar que es un proyecto legítimo, serio e incluso digno de recomendar para cualquiera que tuviese intenciones de estar al tanto de las distintas jornadas de este histórico juicio. Sin embargo, cuando nos adentramos a averiguar quiénes participan nos encontramos con una sorpresa lamentable. Desde el propio blog se indica que el equipo de trabajo es el siguiente: “Axel Binder, Eugenia Eraso, Gonzalo Perez Alvarez, José Luis Beovidez , Juan Villafañe, Mauricio Fernández Piccolo, Nahuel Chiquichano, Natalia Guerriera”. (Negritas nuestras) El susodicho personaje que aparece en negritas no es ni más ni menos que un policía. Sí, leyeron bien, en este espacio que intenta cubrir el juicio por la Masacre de Trelew y que, por ende, tiene como propósito, suponemos, entre otros, ser un aporte al pedido de justicia y condena efectiva de sus culpables, se incluyó a un milico, que además sería estudiante avanzado de Historia. Insisto, leíste bien, si querés podés refregarte los ojos otra vez: pusieron a un cobani, rati, buchón, gorra, milico, botón, azul, paco, yuta, cabeza de tortuga (llamalo como se te ocurra) a cubrir un juicio en donde está en juego el juzgamiento a integrantes de un gobierno de facto por crímenes de lesa humanidad. Este estrambótico y reaccionario hecho merece de mínima una polémica que eche un poco de luz sobre el rol de las fuerzas policiales en la sociedad y por qué darle espacio político a integrantes de la mismas es una posición política no sólo equivocada, sino incluso que atenta contra todo proyecto que intente ser un aporte por una sociedad mejor, en el acotado horizonte de los reformistas, y sin explotados y oprimidos, para el caso de quienes militamos por la revolución.

Comenzamos este artículo con algo de punk, pero también de teoría, citando a Walter Benjamin en una de sus conocidas tesis de “Sobre el concepto de Historia”. Obviamente la elección del autor, y de la cita, no fueron azarosas. El autor nos plantea en esta obra un requisito fundamental que contrapone a la tradición del historicismo alemán, caracterizada por tomar “empatía con el vencedor” (Tesis VII). Este requisito es el de contar o escribir la historia “a contrapelo”, es decir, desde el punto de vista de los vencidos. Es así que nos dice que “El sujeto del conocimiento histórico es la clase oprimida, cuando combate”. Luego, continúa y, vuelve a diferenciarse de los posicionamientos reformistas al plantear que este requisito les incomoda de sobremanera en sus prácticas y que para ello se han valido de una serie de recursos con el propósito de invisibilizar y hacer pasar al olvido la larga tradición de lucha de los explotados y oprimidos: “Se ha contentado con asignar a la clase trabajadora el papel de redentora de las generaciones futuras, cortando así el nervio de su mejor fuerza. En esta escuela, la clase desaprendió lo mismo el odio que la voluntad de sacrificio. Pues ambos se nutren de la imagen de los antepasados esclavizados y no del ideal de los descendientes liberados”. En este sentido, podemos decir que las intenciones de este proyecto de cobertura del juicio queda a mitad de camino. No me refiero solamente al hecho de que en la mayoría de las crónicas subyace un espíritu reformista, sino a la cuestión fundamental y, por ende, no menor de lo que significa participar junto a un milico de la cobertura de un crimen de lesa humanidad por un gobierno de facto. Cuando Benjamin habla de la desaprensión del odio no se refiere solamente al odio a la clase dominante como tal, sino también a las instituciones que la sostienen. Al poner el acento en la lucha de clases y en el papel de los vencidos, el autor intenta rescatar esas batallas dadas contra los opresores, pero no porque pretenda abordar la historia “tal cual fue”, sino más en concreto para conservar la necesaria llama del odio revulsivo a nuestros opresores y sus instituciones en la actualidad. Y nos advierte que “(D)e lo que se trata para el materialismo histórico es de atrapar una imagen del pasado tal como ésta se le enfoca de repente al sujeto histórico en el instante del peligro. El peligro amenaza tanto a la permanencia de la tradición como a los receptores de la misma. Para ambos es uno y el mismo: el peligro de entregarse como instrumento de la clase dominante. En cada época es preciso hacer nuevamente el intento de arrancar la tradición de manos del conformismo, que está siempre a punto de someterla". Obviamente, Benjamin no habla del historiador en general, sino del materialista histórico.

El conformismo, cualidad reformista si la hay, amenaza constantemente con naturalizar un estado de cosas o, al menos, dejarlas pasar como si fueran tan sólo de cotillón. ¿Será este el caso en cuestión? ¿Qué es lo que habrá llevado a los impulsores de este blog a incluir a un policía en el proyecto? Evidentemente no buscaremos causas morales detrás de esta decisión. No es el caso, más si tenemos en cuenta que varios de los que participan son reconocidos activistas de derechos humanos de la zona, e incluso encontramos militantes revolucionarios en el mismo. La cuestión no es esa, sino netamente política. Desde el vamos tenemos que partir de al menos tres hipótesis respecto de quienes impulsan este blog: 1) no tienen una compresión profunda del papel de las fuerzas represivas del Estado; 2) ceden a las presiones reformistas del espectro socio-político de la propia realidad y 3) su concepción ideológica considera que estas fuerzas represivas pueden “democratizarse”. Obviamente esta es una operación analítica. Lo más probable es que se dé una combinación de todas ellas.

Vayamos a lo básico, donde todos estaremos de acuerdo: el Estado nació de la división y el desgarramiento de la sociedad en clases. La clase dominante siempre fue la minoritaria, de ahí que necesitase del Estado para mantener el orden. El Estado a su vez está compuesto de una serie de instituciones, pero sus principales, en la cual descansa su fin último, son sin dudas sus fuerzas represivas. A medida que la sociedad se fue complejizando, el Estado también lo hizo y, con él, ciertos dispositivos cuyo fin es la creación de “consensos” básicos para mantener el orden mediante recursos que no impliquen siempre la utilización de la violencia física. Sin embargo, como dijimos, en última instancia el poder de la clase dominante está concentrado justamente en el Estado, y con él, en el monopolio del uso de la fuerza. Desde ya, no hay que ser marxista para coincidir con esta definición básica del Estado como detentor del monopolio del uso de la fuerza: ya autores como Max Weber han llegado por otros caminos a la misma conclusión. Hasta ahí nuestras coincidencias con un sector del progresismo liberal.

A los marxistas, en contraposición al resto de los sectores políticos apologéticos del capitalismo, nos diferencia, entre otras cosas, nuestro posicionamiento clasista respecto a las fuerzas represivas del Estado. Lamentablemente tenemos que hacer extensiva esta diferencia a corrientes políticas que dicen combatir también este sistema de explotación. Cuando planteamos que tenemos una posición clasista respecto a las fuerzas represivas queremos decir que las caracterizamos como el brazo armado de las clases dominantes, esas clases dominantes que, al decir de Benjamin, “no han cesado de vencer”. Este brazo armado se vale de cualquier método que tenga a su alcance para cumplir su rol, aun de aquellos que a los ojos de muchos parecerían ser “excesos”. Obviamente el reclutamiento de fuerzas de este brazo armado suele venir en su inmensa mayoría de los sectores explotados y oprimidos de la sociedad, que por cierto son su mayoría. Sin embargo, que sus integrantes, tomados de manera “individual”, provengan de sectores plebeyos no los hace parte del pueblo trabajador y oprimido. Por el contrario, ocurre más bien que al ser reclutados por el aparato represivo del Estado pasan a ser en ese preciso momento enemigos acérrimos de los sectores de donde provenían. Es así que tu amigo de la infancia, o con quien compartías un partidito en la cancha del barrio o unas cervezas en la esquina, o incluso tu primo, tu hermano, tu noviecita o noviecito de chico, tu compañero de facultad, etc, cuando decidieron, por las circunstancias que fuere, integrarse al aparato represivo del Estado, en ese mismo instante, insistimos, pasan a ser parte del brazo armado que tiene por función darle palos y balas al pueblo cuando lucha. Y no sólo ello, no se encargan de reprimirnos sólo en momentos de lucha, también son los mismos que matan pibes y pibas de barriadas populares mediante el gatillo fácil, que torturan en todas las comisarías, que están en la trata de personas, en el tráfico de armas, etc. Es decir, no sólo reprimen y disciplinan, sino que también son una mafia organizada que opera a diestra y siniestra bajo el amparo de la legalidad y legitimidad que le da este sistema de explotación y las clases dominantes que lo necesitan.

Por eso plantear que pueda haber elementos “progresivos” en esa fuerza represiva o que las mismas se puedan democratizar para eliminar “manzanas podridas” que desprestigian el rol de dicha institución, que a los ojos de sus defensores sería quienes nos cobijan y dan “seguridad”, no sólo es un grave error político, sino que además embarra aun más la consciencia del pueblo en general, depositando expectativas en una institución que tiene como principal objetivo reprimir y disciplinar para resguardar los intereses de quienes detentan el poder estatal, es decir, defender la propiedad privada y a los capitalistas en su conjunto. No es un policía, es toda la institución. Siendo ello así no falta quienes consideran que hay que tener una “política” para con la policía, ya que ellos serían tan trabajadores como el resto de los mortales que venden su fuerza de trabajo. De ahí que salen a apoyar reclamos salariales o pedidos de sindicalización de la fuerza. Responderemos esta concepción ajena hasta el caracú a la tradición marxista clásica con una serie de preguntas que intentarán demostrar la diferencia entre un trabajador y un policía: ¿Ha registrado la historia algún caso en que trabajadores de alguna autopartista se organizaran para salir por los barrios a levantar pibes y pibas que estén tomando unos vinos? ¿Cónocés de algún caso en donde un grupo de obreros de la construcción se reúna con el propósito de levantar pibes y pibas de la calle que estén fumando marihuana, y a la vez sean parte necesaria del narcotráfico? ¿Oíste hablar de algún caso en que un grupo de panaderos se organicen para hacer desparecer mujeres y obligarlas a prostituirse? ¿Sabés de algún caso en donde trabajadores docentes se organicen sistemáticamente para levantar travestis, violarlas, encarcelarlas, obligarles a darles parte de los pocos pesos que levantan para comer? ¿Escuchaste hablar de casos de gatillo fácil entre los trabajadores de la salud? En fin, ¿conocés algún caso en que trabajadores tengan por función vender su fuerza de trabajo a cambio de un sueldo para reprimir a otros trabajadores y el pueblo en general, y que todo esto sea legal? Defender un reclamo salarial de los policías es fortalecer el aparato represivo, es darle mejores condiciones de vida a quienes tienen por misión reprimir, espiar, buchonear y disciplinar a quienes nos organizamos y militamos por tener mejores condiciones de vida. Apoyar la sindicalización de las fuerzas represivas es dotarles de mejores elementos para reprimirnos, defenderse y espiarnos: es darles balas de las buenas; escudos y casos más fuertes; cámaras y materiales para espiarnos de última generación, con los cuales se infiltran y registran todas las luchas, para después procesarnos. Los marxistas la única política que tenemos para con la policía es la de combatir y denunciar su accionar en las calles y su rol como brazo armado en defensa de los intereses de las clases dominantes. Por ello no ser claros y tener una política confusa y ambivalente al respecto lo único que hace es fortalecer ese aparato represivo, ya que no echa luz sobre los sectores explotados y oprimidos de quiénes son los que constante y sistemáticamente los reprimen. En todo caso, de darse la posibilidad de tener una política para las fuerzas represivas esta será únicamente en un período de agudización profunda de la lucha de clases, en donde las clases dominantes y el Estado en su conjunto vean seriamente comprometida su unidad de dominio. Allí tener una política para los sectores más bajo del escalafón policial puede servirnos para debilitar el aparato represivo, pero sólo bajo la condición que este sector se subordine a la acción de las masas en lucha. Estas son situaciones excepcionales, que suelen generarse en procesos revolucionarios. De ahí lo equivocado y reformista de plantear algo similar en una época de relativa normalidad del régimen. Los marxistas no nos valemos de las grietas que puedan generarse en estas fuerzas represivas por pedidos salariales o sindicales en épocas, como dijimos, de relativa normalidad del régimen, salvo que sea para denunciar aumentos salariales o mejores condiciones para efectuar su tarea en detrimento de los demás sectores populares. Y menos aun llamamos a demás sectores del proletariado a solidarizarse con las mismas en vista a la posibilidad de que un triunfo en los reclamos salariales de las fuerzas policiales pueda generar condiciones para que el mismo caiga en cascada a los sectores donde realmente hay trabajadores. Los clasistas tenemos un programa y una práctica que necesariamente debe construirse con independencia política de la burocracia sindical, las patronales y el Estado, y esto último incluye sus fuerzas represivas y las luchas intestinas ocasionales que puedan producirse en las mismas.

Lo señalado hasta acá respecto de las fuerzas represivas es algo que bien saben los sectores populares del país y el mundo. Sin ir más lejos, tenemos en las últimas semanas el caso de la policía salteña, que se dejó ver por la web, en donde torturaban a pibes en una comisaría. O el caso del delegado de la fruta de la localidad rionegrina de Choele Choel, que fue desaparecido en noviembre pasado por estar organizando junto a sus compañeros una medida de fuerza contra las patronales del sector. La Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi) en su “Archivo de casos de personas asesinadas por las fuerzas represivas del estado” del año 2011, señala: “Sobre 3.393 personas asesinadas desde diciembre de 1983 a la fecha, 1.836 murieron en los 8 años de gobierno kirchnerista, casi 200 en los últimos 12 meses. Más del 50 por ciento son pibes menores de 25 años” (fuente: http://correpi.lahaine.org/?p=1092). Es decir, hay casi un asesinato por estas fuerzas represivas por día. Para más pruebas de ello, no hace falta irse fuera de la provincia. Ya todos sabemos el extenso prontuario de la policía chubutense, que cuenta con desapariciones de jóvenes como Iván Torres de Comodoro Rivadavia; asesinatos como el de Julián Antillanca; violaciones y torturas en comisarías y asesinatos a testigos supuestamente protegidos como el de Bruno Rodríguez, todos ellos en Trelew. Obviamente, a esto hay que agregarles represiones a familias trabajadoras sin viviendas, reclamos sindicales, estudiantiles, etc. No nos extenderemos en estos casos que ya lo hemos tratado con antelación acá http://www.pts.org.ar/spip.php?article20271, también acá http://www.pts.org.ar/spip.php?article20209 y acá http://www.pts.org.ar/spip.php?article19990, por citar tan sólo algunos. Lo que sí queremos volver a llamar la atención, especialmente a los compañeros del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), y a las agrupaciones impulsadas por ellos, como la Tendencia Estudiantil Revolucionaria (TER), que conducen centros de estudiantes e incluso la Federación Universitaria Patagónica (FUP), del flaco favor que se le hace al pueblo en general el no tener una postura clara frente al accionar de las fuerzas policiales. Decimos esto no sólo por la inclusión de Gonzalo Pérez Álvarez, dirigente del MIR, en este proyecto de blog con el que estamos polemizando, sino por una serie de derrapes que vienen teniendo ya hace tiempo respecto a la agenda que nos quiere imponer la derecha en lo que hace al rol de las fuerzas policiales: ellos le dieron el micrófono en pleno acto del 24 de Marzo a una estudiante secundaria que venía de una marcha paralela pidiendo más “seguridad”, cuando las organizaciones que convocamos al acto ya habíamos acordado que no le daríamos micrófonos a integrantes de dicha marcha; a los pocos días convocaron a una movilización con la consigna lavada de “Marcha en DERECHO a la VIDA y SEGURIDAD del PUEBLO”, y, como si eso fuera poco, nuevamente Pérez Álvarez, esta vez en coautoría con dos personas más, escribieron un artículo en donde señalaban explícitamente la existencia de “héroes” dentro del aparato represivo del Estado. El artículo es este http://www.teladerayon.com/articulos/articulo.aspx?id=40214. Todo parecería indicar que los compañeros del MIR, respecto de este tema en particular, tienen una práctica que poco coincide con lo que suelen plantear a nivel discursivo sobre el desmantelamiento de las fuerzas represivas del Estado, e incluso cuando señalan, como también lo hacemos nosotros y demás sectores de la izquierda, que “no es un policía, sino toda la institución”.

Vamos finalizando esta extensa nota de opinión y de polémica planteando a los autores de este blog en general, y a los compañeros del MIR en particular, que compartir espacios políticos con las fuerzas represivas del Estado justamente lo que hace es seguir represtigiando al mismo aparato represivo que masacró a los compañeros caídos en la Base Almirante Zar de Trelew en el años ’72, y por el cual se está llevando a cabo este juicio. Este no es un detalle menor y debería interpelarlos con urgencia no sólo sobre el rol del historiador en general, sino más en particular, sobre la militancia. Apuntado esto, y teniendo en cuenta que comenzamos este artículo con música y tortugas, les dejamos para el final parte de la letra de una banda de cumbia, que está muy lejos de gustarme musicalmente hablando, pero que la letra es un buen resumen de lo que significa pasarse de vereda al bando policial -obviamente esto no hace referencia a los integrantes de este blog en general, sino a aquellos que pasaron a formar parte efectiva de las fuerzas policiales-; con ustedes, “Cabeza de tortuga”, de Mala Fama: “y ahora sos, cabeza de tortuga y me querés cortar la fuga, ahora usás ropa prestada, la vagancia no te quiere por ser gorra y buchón, vos usas ropa prestada y tenés alma de buchón” .

COMPAÑEROS ASESINADOS EN LA MASACRE DE TRELEW:
PRESENTES, AHORA Y SIEMPRE!!!
 El Ruido  12/08/2012

ENJUNDIA, ABNEGACIÓN, DERROTA Y… DESPUÉS. Reflexiones en el día que hubiera cumplido 22 años Julián Antillanca.

“¡Dónde estaríamos nosotros hoy sin esas "derrotas", de las que hemos sacado conocimiento, fuerza, idealismo!”
(“El orden reina en Berlín”, Rosa Luxemburgo, 1919)

La historia de la humanidad es la historia de las luchas de clase”, dice ese clásico panfleto de mediados del siglo diecinueve, que describía con quirúrgica precisión aquel mar de explotación y opresión sobre el que comenzaba a abrirse paso ese espectral movimiento político que ya le quitaba el sueño a más de un patrón consciente del Viejo Mundo. Cuántas derrotas de los explotados ha vivido la historia de la humanidad, cuántas derrotas han calado sobre la subjetividad de esa joven clase social hija del capitalismo. No han sido pocas por cierto. Sin embargo, qué sería del proletariado sin esas derrotas. El mismo concepto de lucha de clases, (concepto contingente si lo hay, profundamente abierto y antifatalista) desde sus entrañas nos deja apreciar esta posibilidad. Pero no hay peor derrota que la que no se batalla. Las conclusiones, los necesarios balances, las imprescindibles lecciones, todas ellas forman parte del riquísimo acervo con que cuentan los explotados para su emancipación. Renegar de las mismas no sólo implicaría una ingenuidad obtusa, sino que incluso sería un crimen político. Hete aquí que viene a colación la cita de Rosa Luxemburgo con que empezamos estas líneas. Ella, la gran revolucionaria polaca, la plantea en relación a la derrota que le tocó vivir en Alemania. Pero lejos de sacar lecciones fatalistas y escépticas sobre la posibilidad del triunfo revolucionario de las masas, las enmarca en toda una serie de larga tradición de luchas revolucionarias, pero principalmente derrotas, de la clase obrera absolutamente necesarias para un futuro triunfo final. Triunfo que no está inexorablemente predestinado. De ahí, nuevamente, el concepto de lucha de clase.

Este 24 de mayo Julián Antillanca hubiera cumplido 22 años. En septiembre se cumplirán 2 años de su asesinato en manos, palos y demás torturas de la Policía Provincial. Desde aquel entonces César, su padre, y demás familiares y amigos de Julián dieron una lucha sin tregua, a contracorriente de los medios de comunicación, partidos políticos del régimen, gobierno, en fín, del establishment local, donde se ampara lo peor de la corrupción e impunidad de estos lares. Las marchas se sucedieron semana tras semana, mes tras mes, a peso firme. De un reclamo de familiares y amigos pasó a ser la causa más sentida del pueblo trelewense. Los medios ya no lo podían disimular, el gobierno comenzó a titubear, el oportunismo político no tardó en franelear, la causa se volvió un problema de estado provincial y se llevó jefes de policías sin más. Eran épocas de elecciones vio. Sucias y bochornosas elecciones en donde más de lo mismo se peleaban por más de lo mismo. El botín estaba allí, al alcance de las manos, esas manos sucias por doquier. Requería de “gestos”, “ensayos generales para la farsa actual, teatros antidisturbios”, diría la canción. César se erigía como el principal referente provincial de la lucha contra la represión policial. Sí, es que César ni bien recibió el golpe fatal supo muy bien que la justicia, si es que algo así puede llegar a existir en este sistema injusto por demás, llegaría de la movilización en las calles. Nunca dudó de la movilización. Eso lo convirtió en un sujeto peligroso. No para el pueblo, por supuesto, sino para el régimen. En él se condensaba el ejemplo de todos los “julianes” que no llegaron a ser públicos, de aquellos que murieron en el anonimato, o que desaparecieron como Iván Torres, o que fueron torturados, vejados, humillados por el aparato represivo.

Cuán molesta resultó ser esta lucha para un sector de la sociedad. Ese sector reducidísimo que cuenta con el poder del aparato estatal, de la difusión de los medios, de la “mosca” necesaria para callar, comprar o distraer voces. Cada movilización era un golpe certero al corazón del desprestigiado aparato represivo. El mismo aparato que contó con la venia de los medios de comunicación para intentar hacer pasar el asesinato por una muerte por coma alcohólico ahora veía cómo esos mismos medios no podían dejar de reflejar la multitud de las marchas. Las portadas en dichos medios de dichas marchas desde entonces fueron un lugar común. El reclamo por justicia se volvió un grito, un sólo grito en el pueblo. Y el grito se convirtió en estruendo, el estruendo se hizo carne, y la carne, sí, esa carne no se prestaba a dudas: el pueblo ya había sentenciado a los culpables mucho antes que el juicio comenzara a desarrollarse. Cul-pa-bles. Esos milicos, eran claramente culpables para toda la comunidad de Trelew. La movilización era la culpable de culpar a los culpables.

Finalmente llegó el juicio y con él la impunidad tan necesaria para el sostenimiento del sistema. Dura, durísima, derrota para las masas movilizadas. Aun quedan instancias de apelación, por lo que podríamos decir que la cualidad de la derrota es parcial. Pero, ¿es que acaso no son todas las derrotas, por definición, parciales para las masas? No podría ser de otra manera si nos ubicamos en la perspectiva anteriormente citada de Rosa Luxemburgo. El gobierno, los medios de comunicación, los partidos políticos patronales y la misma policía provincial vinieron preparando el camino para asestarnos ese duro golpe. La coyuntura política cambió abruptamente y con ella la correlación de fuerza dejó de estar circunstancialmente de nuestro lado. La ingeniería política de las clases dominantes pudo más que las jóvenes energías de las masas, que si bien cuentan con una tradición de lucha en la zona, no menos cierto es que dormían en un letargo de años tan sólo interrumpido por situaciones episódicas. Estas masas hijas del neoliberalismo no conocían de una derrota tan profunda, vaya la paradoja, justamente desde que aquellas políticas de comienzos de los años ´90 empezaran a desplegarse en la zona y con ellas se profundizara el desmantelamiento del parque industrial. En aquel entonces el régimen precisó de la traidora burocracia sindical como principal aliada para pergeñar sus políticas; en el caso que nos ocupa ese papel lo cumplieron jueces inescrupulosos al servicio de los poderosos. Sin embargo, a diferencia de aquellos años ´90, las jóvenes masas de la actualidad no llevan consigo el lastre de las derrotas de aquel entonces. Por el contrario, el no haber vivido derrotas es un contrapeso a la naturalización de las mismas. Es que la “dialéctica de las derrotas” tiene su propia complejidad: como decíamos, es una imperiosa necesidad de las clases explotadas y oprimidas hacernos cargos con orgullo de la tradición de lucha a la que pertenecemos; pero no menos cierto es que no todas las derrotas son iguales, las hay de distinto tipo por supuesto. Entre ellas, encontramos las que por la magnitud de la misma repercuten de tal manera que la recuperación puede llevar años o décadas. También están las que son consecuencia de un sucedáneo de pequeñas derrotas parciales. En fin, hay distinto tipos de combinaciones. El caso es que la derrota de la que hablamos tuvo una bella particularidad que la puede convertir en partera de futuros triunfos. Esa particularidad la pudimos observar ayer por la tarde en el recordatorio impulsado por la familia de Julián en el lugar del asesinato. Allí nos congregamos “los mismos de siempre”: el activismo de distintas organizaciones, partidos de izquierda, movimientos sociales, sindicatos, etc. Obviamente, también fueron familiares y amigos de Julián. Pero además también concurrió un nutrido grupo de independientes, lo cual da un parámetro de lo sentido de este caso aun en la sociedad, más allá de la derrota. Bien es sabido las diferencias que tenemos de prácticas, programas y estrategias las organizaciones que estuvimos no sólo ayer, sino durante toda esta lucha en general. Sin embargo, y sin pretender caer en discursos conciliadores o demagógicos sobre supuestas “unidades” de la izquierda que no son más que impotentes cantos de cisnes, la realidad es que ayer el sano sentimiento de venganza frente a la impunidad nos invadió a todos. Pero no sólo ello, sino que si hay algo para rescatar es que casi la unanimidad de los presentes teníamos bien en claro que no se trata sólo de la lucha contra la violencia del aparato represivo del estado. No. La lucha es mucho más profunda. La lucha implica ir contra la raíz de este sistema de explotación y opresión, contra cada una de las calamidades que el sistema genera. Ese punto de unión ayer fue muy notorio si tenemos en cuenta que el impune fallo, por el cual quedaron absueltos todos los milicos, tuvo como uno de sus principales objetivos la desmoralización de las masas movilizadas por justicia. Qué mal les salió. Ayer no éramos pocos los convencidos en que la lucha continúa pese a las duras pruebas que tendremos que pasar. Ayer no eran pocos los que hasta hace un tiempo no muy lejano no pisaban una movilización y que a partir de este caso tomaron consciencia de que la vida es mejor vivirla conscientemente y siendo sujetos de la misma. Ayer no eran pocos los que no pudieron ir pero estaban presentes. Que ayer no fuésemos pocos es algo que bien tienen anotado los guardianes de la impunidad. Que ayer no fuésemos pocos nos obliga a redoblar esfuerzos para que mañana seamos miles. En una fecha tan triste para la familia de Julián y para todos aquellos que nos sumamos a la lucha de justicia por su asesinato, la sensación es esperanzadoramente contradictoria ya que esa tristeza se combina con la fehaciente intuición de que a la impunidad por su asesinato le corresponde un ejército de soldados insurrectos que se suman a esa gran batalla que implica la militancia para acabar con este mundo de explotación y opresión de raíz. Desde distintos lugares, seguramente. Pero ahí estaremos todos y nos multiplicaremos. Para finalizar, un mensaje a los guardianes de la impunidad, a los hacedores de esta derrota: Qué mal les salió!!!

JULIÁN ANTILLANCA, PRESENTE, AHORA Y SIEMPRE!!!!


El Ruido

25/05/2012

A modo de apertura


Como una canción punk de tres minutos al palo y sin estribillos, de esas que te hacen desnucar mientras intentás seguir los golpes a la bata que suena a chatarra de la buena y genial. O, quizá, como una zapada a lo “In my time of dying” y de las tantas otras que nos obsequió Zeppelin. Sí, ese será el objetivo impreso, según la ocasión, desde las líneas de esta página. Intentaremos abordar la realidad política provincial y debates o polémicas teórico-políticas desde una perspectiva crítica, ajena al periodismo de ropaje neutral tan funcional a los poderosos. No, nuestra intención será muy otra: expresar, reflejar, divulgar, analizar los acontecimientos políticos desde el punto de vista de los explotados y oprimidos.

El proyecto apunta a dar una interpretación desde el marxismo a la cotidianidad que nos toca a vivir a los habitantes de Chubut y de la patagonia en general. Lo haremos no como un hobbie, sino siendo conscientes que la proliferación de espacios de dicha naturaleza son harto escasos por estos lares. Desde ya, la idea no será caer en estrechos y absurdos regionalismos: trataremos de abordar los problemas “específicos” de nuestra coyuntura política, económica y social desde una visión integral, propia del marxismo. En momentos en que transitamos el cuarto año de una crisis económica internacional de magnitudes históricas, donde la clase obrera y sectores oprimidos, (con la juventud a la cabeza) del mundo entero se levantan y luchan por sus reivindicaciones, este blog intentará inscribir sus artículos en ese proceso, con el claro convencimiento de la necesidad de luchar por la construcción de una herramienta política, es decir, un partido revolucionario, que milite por acabar con este sistema capitalista de explotación y opresión desde el cuajo.

Están invitados a colaborar y participar de los debates que intentaremos impulsar desde este sitio.

                                                                                              El Ruido.