martes, 1 de enero de 2013

¿CABEZAS DE TORTUGA A CONTRAPELO DE LA HISTORIA? La Masacre de Trelew y una cobertura bastante particular de su juicio. Benjamin, Historia, Derechos Humanos y ratis

Todos sabemos que los amigos de verdad
nunca te mandarán preso y nunca lo harán.
Lo único que rescato después de tanto sufrir
que solo una cosa no voy a elegir:
Nunca seré policía, de provincia ni de capital
Nunca seré policía, de provincia ni de capital”.
(“Nunca seré policía”, de Flema)

El sujeto del conocimiento histórico es la clase oprimida, cuando combate. En Marx aparece como la última clase esclavizada, como la clase vengadora, que lleva a su fin la obra de liberación en nombre de tantas generaciones de vencidos. Esta consciencia, que por corto tiempo volvió a tener vigencia con el movimiento ‘Spartacus’, ha sido siempre desagradable para la socialdemocracia. En el curso de treinta años ha logrado borrar casi por completo el nombre de un Blanqui, cuyo timbre metálico hizo temblar al siglo pasado. Se ha contentado con asignar a la clase trabajadora el papel de redentora de las generaciones futuras, cortando así el nervio de su mejor fuerza. En esta escuela, la clase desaprendió lo mismo el odio que la voluntad de sacrificio. Pues ambos se nutren de la imagen de los antepasados esclavizados y no del ideal de los descendientes liberados.”
(Walter Benjamin)

Las tortugas, esos animalitos parsimoniosos, vetustos, inexpresivos, ellas nadan o caminan al son de su propio ritmo. Nada les altera. Las contingencias de la realidad no modifican su andar. Poco importa el escollo o el peligro, ellas llevan su tranco hasta el final, sin importar sus consecuencias. No porque fuesen fundamentalistas de su andar. No. Su existencia está determinada por particularidades que imposibilitan o al menos reducen ciertos márgenes de maniobras. Así y todo se las arreglan para vivir hasta la longevidad. Estos animalitos suelen ser usados como mascota por personas ansiosas de tener a su lado una compañía con las características ya señaladas. Pero ojo, a no subestimarlas: no son pocos los casos en que se escabullan con oficio y escapan de sus detentores. En realidad más por mérito ajeno que propio. La distracción, la confusión política, como la falta de principios, suelen ser características muy comunes en la especie humana, incluso en la llamada academia.

En este sentido, debemos decir que vemos con estupefacta preocupación un hecho cuanto mínimo llamativo y, más en general, de una confusión política tan abrumante que raya los principios básicos que debe tener todo historiador crítico, militante de derechos humanos y, en particular, cualquiera que se precie de militar para la revolución. Ampliemos. Como se sabe, desde el pasado 7 de mayo se está llevando a cabo en la ciudad de Rawson el Juicio por la Masacre de Trelew, en donde fueron asesinados 16 presos políticos de Montoneros, PRT-ERP y FAR. Otros 3 militantes sobrevivieron pero fueron ultimados en la última dictadura militar. En vista a cubrir el juicio se creó un blog titulado “Diario del Juicio (La Masacre de Trelew, 40 años después)”. La página es la siguiente http://veintidosdeagosto.blogspot.com.ar/. La misma, si mi memoria no me engaña, apareció impulsada por el Departamento de Historia de la UNPSJB, aunque al poco tiempo se dice desde el propio sitio que “es un proyecto de comunicaciones y difusión del Observatorio de Derechos Humanos de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco”. En dicho espacio participan en general estudiantes, graduados, licenciados y doctores, todos ellos vinculados a la Historia como disciplina. Hasta ahí ningún problema. Por el contrario, todo parecería indicar que es un proyecto legítimo, serio e incluso digno de recomendar para cualquiera que tuviese intenciones de estar al tanto de las distintas jornadas de este histórico juicio. Sin embargo, cuando nos adentramos a averiguar quiénes participan nos encontramos con una sorpresa lamentable. Desde el propio blog se indica que el equipo de trabajo es el siguiente: “Axel Binder, Eugenia Eraso, Gonzalo Perez Alvarez, José Luis Beovidez , Juan Villafañe, Mauricio Fernández Piccolo, Nahuel Chiquichano, Natalia Guerriera”. (Negritas nuestras) El susodicho personaje que aparece en negritas no es ni más ni menos que un policía. Sí, leyeron bien, en este espacio que intenta cubrir el juicio por la Masacre de Trelew y que, por ende, tiene como propósito, suponemos, entre otros, ser un aporte al pedido de justicia y condena efectiva de sus culpables, se incluyó a un milico, que además sería estudiante avanzado de Historia. Insisto, leíste bien, si querés podés refregarte los ojos otra vez: pusieron a un cobani, rati, buchón, gorra, milico, botón, azul, paco, yuta, cabeza de tortuga (llamalo como se te ocurra) a cubrir un juicio en donde está en juego el juzgamiento a integrantes de un gobierno de facto por crímenes de lesa humanidad. Este estrambótico y reaccionario hecho merece de mínima una polémica que eche un poco de luz sobre el rol de las fuerzas policiales en la sociedad y por qué darle espacio político a integrantes de la mismas es una posición política no sólo equivocada, sino incluso que atenta contra todo proyecto que intente ser un aporte por una sociedad mejor, en el acotado horizonte de los reformistas, y sin explotados y oprimidos, para el caso de quienes militamos por la revolución.

Comenzamos este artículo con algo de punk, pero también de teoría, citando a Walter Benjamin en una de sus conocidas tesis de “Sobre el concepto de Historia”. Obviamente la elección del autor, y de la cita, no fueron azarosas. El autor nos plantea en esta obra un requisito fundamental que contrapone a la tradición del historicismo alemán, caracterizada por tomar “empatía con el vencedor” (Tesis VII). Este requisito es el de contar o escribir la historia “a contrapelo”, es decir, desde el punto de vista de los vencidos. Es así que nos dice que “El sujeto del conocimiento histórico es la clase oprimida, cuando combate”. Luego, continúa y, vuelve a diferenciarse de los posicionamientos reformistas al plantear que este requisito les incomoda de sobremanera en sus prácticas y que para ello se han valido de una serie de recursos con el propósito de invisibilizar y hacer pasar al olvido la larga tradición de lucha de los explotados y oprimidos: “Se ha contentado con asignar a la clase trabajadora el papel de redentora de las generaciones futuras, cortando así el nervio de su mejor fuerza. En esta escuela, la clase desaprendió lo mismo el odio que la voluntad de sacrificio. Pues ambos se nutren de la imagen de los antepasados esclavizados y no del ideal de los descendientes liberados”. En este sentido, podemos decir que las intenciones de este proyecto de cobertura del juicio queda a mitad de camino. No me refiero solamente al hecho de que en la mayoría de las crónicas subyace un espíritu reformista, sino a la cuestión fundamental y, por ende, no menor de lo que significa participar junto a un milico de la cobertura de un crimen de lesa humanidad por un gobierno de facto. Cuando Benjamin habla de la desaprensión del odio no se refiere solamente al odio a la clase dominante como tal, sino también a las instituciones que la sostienen. Al poner el acento en la lucha de clases y en el papel de los vencidos, el autor intenta rescatar esas batallas dadas contra los opresores, pero no porque pretenda abordar la historia “tal cual fue”, sino más en concreto para conservar la necesaria llama del odio revulsivo a nuestros opresores y sus instituciones en la actualidad. Y nos advierte que “(D)e lo que se trata para el materialismo histórico es de atrapar una imagen del pasado tal como ésta se le enfoca de repente al sujeto histórico en el instante del peligro. El peligro amenaza tanto a la permanencia de la tradición como a los receptores de la misma. Para ambos es uno y el mismo: el peligro de entregarse como instrumento de la clase dominante. En cada época es preciso hacer nuevamente el intento de arrancar la tradición de manos del conformismo, que está siempre a punto de someterla". Obviamente, Benjamin no habla del historiador en general, sino del materialista histórico.

El conformismo, cualidad reformista si la hay, amenaza constantemente con naturalizar un estado de cosas o, al menos, dejarlas pasar como si fueran tan sólo de cotillón. ¿Será este el caso en cuestión? ¿Qué es lo que habrá llevado a los impulsores de este blog a incluir a un policía en el proyecto? Evidentemente no buscaremos causas morales detrás de esta decisión. No es el caso, más si tenemos en cuenta que varios de los que participan son reconocidos activistas de derechos humanos de la zona, e incluso encontramos militantes revolucionarios en el mismo. La cuestión no es esa, sino netamente política. Desde el vamos tenemos que partir de al menos tres hipótesis respecto de quienes impulsan este blog: 1) no tienen una compresión profunda del papel de las fuerzas represivas del Estado; 2) ceden a las presiones reformistas del espectro socio-político de la propia realidad y 3) su concepción ideológica considera que estas fuerzas represivas pueden “democratizarse”. Obviamente esta es una operación analítica. Lo más probable es que se dé una combinación de todas ellas.

Vayamos a lo básico, donde todos estaremos de acuerdo: el Estado nació de la división y el desgarramiento de la sociedad en clases. La clase dominante siempre fue la minoritaria, de ahí que necesitase del Estado para mantener el orden. El Estado a su vez está compuesto de una serie de instituciones, pero sus principales, en la cual descansa su fin último, son sin dudas sus fuerzas represivas. A medida que la sociedad se fue complejizando, el Estado también lo hizo y, con él, ciertos dispositivos cuyo fin es la creación de “consensos” básicos para mantener el orden mediante recursos que no impliquen siempre la utilización de la violencia física. Sin embargo, como dijimos, en última instancia el poder de la clase dominante está concentrado justamente en el Estado, y con él, en el monopolio del uso de la fuerza. Desde ya, no hay que ser marxista para coincidir con esta definición básica del Estado como detentor del monopolio del uso de la fuerza: ya autores como Max Weber han llegado por otros caminos a la misma conclusión. Hasta ahí nuestras coincidencias con un sector del progresismo liberal.

A los marxistas, en contraposición al resto de los sectores políticos apologéticos del capitalismo, nos diferencia, entre otras cosas, nuestro posicionamiento clasista respecto a las fuerzas represivas del Estado. Lamentablemente tenemos que hacer extensiva esta diferencia a corrientes políticas que dicen combatir también este sistema de explotación. Cuando planteamos que tenemos una posición clasista respecto a las fuerzas represivas queremos decir que las caracterizamos como el brazo armado de las clases dominantes, esas clases dominantes que, al decir de Benjamin, “no han cesado de vencer”. Este brazo armado se vale de cualquier método que tenga a su alcance para cumplir su rol, aun de aquellos que a los ojos de muchos parecerían ser “excesos”. Obviamente el reclutamiento de fuerzas de este brazo armado suele venir en su inmensa mayoría de los sectores explotados y oprimidos de la sociedad, que por cierto son su mayoría. Sin embargo, que sus integrantes, tomados de manera “individual”, provengan de sectores plebeyos no los hace parte del pueblo trabajador y oprimido. Por el contrario, ocurre más bien que al ser reclutados por el aparato represivo del Estado pasan a ser en ese preciso momento enemigos acérrimos de los sectores de donde provenían. Es así que tu amigo de la infancia, o con quien compartías un partidito en la cancha del barrio o unas cervezas en la esquina, o incluso tu primo, tu hermano, tu noviecita o noviecito de chico, tu compañero de facultad, etc, cuando decidieron, por las circunstancias que fuere, integrarse al aparato represivo del Estado, en ese mismo instante, insistimos, pasan a ser parte del brazo armado que tiene por función darle palos y balas al pueblo cuando lucha. Y no sólo ello, no se encargan de reprimirnos sólo en momentos de lucha, también son los mismos que matan pibes y pibas de barriadas populares mediante el gatillo fácil, que torturan en todas las comisarías, que están en la trata de personas, en el tráfico de armas, etc. Es decir, no sólo reprimen y disciplinan, sino que también son una mafia organizada que opera a diestra y siniestra bajo el amparo de la legalidad y legitimidad que le da este sistema de explotación y las clases dominantes que lo necesitan.

Por eso plantear que pueda haber elementos “progresivos” en esa fuerza represiva o que las mismas se puedan democratizar para eliminar “manzanas podridas” que desprestigian el rol de dicha institución, que a los ojos de sus defensores sería quienes nos cobijan y dan “seguridad”, no sólo es un grave error político, sino que además embarra aun más la consciencia del pueblo en general, depositando expectativas en una institución que tiene como principal objetivo reprimir y disciplinar para resguardar los intereses de quienes detentan el poder estatal, es decir, defender la propiedad privada y a los capitalistas en su conjunto. No es un policía, es toda la institución. Siendo ello así no falta quienes consideran que hay que tener una “política” para con la policía, ya que ellos serían tan trabajadores como el resto de los mortales que venden su fuerza de trabajo. De ahí que salen a apoyar reclamos salariales o pedidos de sindicalización de la fuerza. Responderemos esta concepción ajena hasta el caracú a la tradición marxista clásica con una serie de preguntas que intentarán demostrar la diferencia entre un trabajador y un policía: ¿Ha registrado la historia algún caso en que trabajadores de alguna autopartista se organizaran para salir por los barrios a levantar pibes y pibas que estén tomando unos vinos? ¿Cónocés de algún caso en donde un grupo de obreros de la construcción se reúna con el propósito de levantar pibes y pibas de la calle que estén fumando marihuana, y a la vez sean parte necesaria del narcotráfico? ¿Oíste hablar de algún caso en que un grupo de panaderos se organicen para hacer desparecer mujeres y obligarlas a prostituirse? ¿Sabés de algún caso en donde trabajadores docentes se organicen sistemáticamente para levantar travestis, violarlas, encarcelarlas, obligarles a darles parte de los pocos pesos que levantan para comer? ¿Escuchaste hablar de casos de gatillo fácil entre los trabajadores de la salud? En fin, ¿conocés algún caso en que trabajadores tengan por función vender su fuerza de trabajo a cambio de un sueldo para reprimir a otros trabajadores y el pueblo en general, y que todo esto sea legal? Defender un reclamo salarial de los policías es fortalecer el aparato represivo, es darle mejores condiciones de vida a quienes tienen por misión reprimir, espiar, buchonear y disciplinar a quienes nos organizamos y militamos por tener mejores condiciones de vida. Apoyar la sindicalización de las fuerzas represivas es dotarles de mejores elementos para reprimirnos, defenderse y espiarnos: es darles balas de las buenas; escudos y casos más fuertes; cámaras y materiales para espiarnos de última generación, con los cuales se infiltran y registran todas las luchas, para después procesarnos. Los marxistas la única política que tenemos para con la policía es la de combatir y denunciar su accionar en las calles y su rol como brazo armado en defensa de los intereses de las clases dominantes. Por ello no ser claros y tener una política confusa y ambivalente al respecto lo único que hace es fortalecer ese aparato represivo, ya que no echa luz sobre los sectores explotados y oprimidos de quiénes son los que constante y sistemáticamente los reprimen. En todo caso, de darse la posibilidad de tener una política para las fuerzas represivas esta será únicamente en un período de agudización profunda de la lucha de clases, en donde las clases dominantes y el Estado en su conjunto vean seriamente comprometida su unidad de dominio. Allí tener una política para los sectores más bajo del escalafón policial puede servirnos para debilitar el aparato represivo, pero sólo bajo la condición que este sector se subordine a la acción de las masas en lucha. Estas son situaciones excepcionales, que suelen generarse en procesos revolucionarios. De ahí lo equivocado y reformista de plantear algo similar en una época de relativa normalidad del régimen. Los marxistas no nos valemos de las grietas que puedan generarse en estas fuerzas represivas por pedidos salariales o sindicales en épocas, como dijimos, de relativa normalidad del régimen, salvo que sea para denunciar aumentos salariales o mejores condiciones para efectuar su tarea en detrimento de los demás sectores populares. Y menos aun llamamos a demás sectores del proletariado a solidarizarse con las mismas en vista a la posibilidad de que un triunfo en los reclamos salariales de las fuerzas policiales pueda generar condiciones para que el mismo caiga en cascada a los sectores donde realmente hay trabajadores. Los clasistas tenemos un programa y una práctica que necesariamente debe construirse con independencia política de la burocracia sindical, las patronales y el Estado, y esto último incluye sus fuerzas represivas y las luchas intestinas ocasionales que puedan producirse en las mismas.

Lo señalado hasta acá respecto de las fuerzas represivas es algo que bien saben los sectores populares del país y el mundo. Sin ir más lejos, tenemos en las últimas semanas el caso de la policía salteña, que se dejó ver por la web, en donde torturaban a pibes en una comisaría. O el caso del delegado de la fruta de la localidad rionegrina de Choele Choel, que fue desaparecido en noviembre pasado por estar organizando junto a sus compañeros una medida de fuerza contra las patronales del sector. La Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi) en su “Archivo de casos de personas asesinadas por las fuerzas represivas del estado” del año 2011, señala: “Sobre 3.393 personas asesinadas desde diciembre de 1983 a la fecha, 1.836 murieron en los 8 años de gobierno kirchnerista, casi 200 en los últimos 12 meses. Más del 50 por ciento son pibes menores de 25 años” (fuente: http://correpi.lahaine.org/?p=1092). Es decir, hay casi un asesinato por estas fuerzas represivas por día. Para más pruebas de ello, no hace falta irse fuera de la provincia. Ya todos sabemos el extenso prontuario de la policía chubutense, que cuenta con desapariciones de jóvenes como Iván Torres de Comodoro Rivadavia; asesinatos como el de Julián Antillanca; violaciones y torturas en comisarías y asesinatos a testigos supuestamente protegidos como el de Bruno Rodríguez, todos ellos en Trelew. Obviamente, a esto hay que agregarles represiones a familias trabajadoras sin viviendas, reclamos sindicales, estudiantiles, etc. No nos extenderemos en estos casos que ya lo hemos tratado con antelación acá http://www.pts.org.ar/spip.php?article20271, también acá http://www.pts.org.ar/spip.php?article20209 y acá http://www.pts.org.ar/spip.php?article19990, por citar tan sólo algunos. Lo que sí queremos volver a llamar la atención, especialmente a los compañeros del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), y a las agrupaciones impulsadas por ellos, como la Tendencia Estudiantil Revolucionaria (TER), que conducen centros de estudiantes e incluso la Federación Universitaria Patagónica (FUP), del flaco favor que se le hace al pueblo en general el no tener una postura clara frente al accionar de las fuerzas policiales. Decimos esto no sólo por la inclusión de Gonzalo Pérez Álvarez, dirigente del MIR, en este proyecto de blog con el que estamos polemizando, sino por una serie de derrapes que vienen teniendo ya hace tiempo respecto a la agenda que nos quiere imponer la derecha en lo que hace al rol de las fuerzas policiales: ellos le dieron el micrófono en pleno acto del 24 de Marzo a una estudiante secundaria que venía de una marcha paralela pidiendo más “seguridad”, cuando las organizaciones que convocamos al acto ya habíamos acordado que no le daríamos micrófonos a integrantes de dicha marcha; a los pocos días convocaron a una movilización con la consigna lavada de “Marcha en DERECHO a la VIDA y SEGURIDAD del PUEBLO”, y, como si eso fuera poco, nuevamente Pérez Álvarez, esta vez en coautoría con dos personas más, escribieron un artículo en donde señalaban explícitamente la existencia de “héroes” dentro del aparato represivo del Estado. El artículo es este http://www.teladerayon.com/articulos/articulo.aspx?id=40214. Todo parecería indicar que los compañeros del MIR, respecto de este tema en particular, tienen una práctica que poco coincide con lo que suelen plantear a nivel discursivo sobre el desmantelamiento de las fuerzas represivas del Estado, e incluso cuando señalan, como también lo hacemos nosotros y demás sectores de la izquierda, que “no es un policía, sino toda la institución”.

Vamos finalizando esta extensa nota de opinión y de polémica planteando a los autores de este blog en general, y a los compañeros del MIR en particular, que compartir espacios políticos con las fuerzas represivas del Estado justamente lo que hace es seguir represtigiando al mismo aparato represivo que masacró a los compañeros caídos en la Base Almirante Zar de Trelew en el años ’72, y por el cual se está llevando a cabo este juicio. Este no es un detalle menor y debería interpelarlos con urgencia no sólo sobre el rol del historiador en general, sino más en particular, sobre la militancia. Apuntado esto, y teniendo en cuenta que comenzamos este artículo con música y tortugas, les dejamos para el final parte de la letra de una banda de cumbia, que está muy lejos de gustarme musicalmente hablando, pero que la letra es un buen resumen de lo que significa pasarse de vereda al bando policial -obviamente esto no hace referencia a los integrantes de este blog en general, sino a aquellos que pasaron a formar parte efectiva de las fuerzas policiales-; con ustedes, “Cabeza de tortuga”, de Mala Fama: “y ahora sos, cabeza de tortuga y me querés cortar la fuga, ahora usás ropa prestada, la vagancia no te quiere por ser gorra y buchón, vos usas ropa prestada y tenés alma de buchón” .

COMPAÑEROS ASESINADOS EN LA MASACRE DE TRELEW:
PRESENTES, AHORA Y SIEMPRE!!!
 El Ruido  12/08/2012

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